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Otro mundo es posible 2

Mis creencias - Albert Einstein

(1948)
¿Por qué el socialismo?
¿Es aconsejable que una persona inexperta en temas económicos y sociales exprese sus puntos de vista acerca del socialismo? Por muchas razones creo que sí. Para empezar, consideremos el problema desde el punto de vista del conocimiento científico. Parecería que no existieran diferencias metodológicas esenciales entre la astronomía y la economía: en ambos campos los científicos tratan de descubrir leyes de validez general por las que sea posible comprender las conexiones que existen dentro de un determinado grupo de fenómenos. Pero en realidad existen dichas diferencias. En el ámbito de la economía el descubrimiento de unas leyes generales está dificultado por el hecho de que los fenómenos se hallan con frecuencia bajo la influencia de variados factores que resulta complejo evaluar por separado. Por otra parte, la experiencia acumulada desde el comienzo del llamado período civilizado de la historia humana se ha visto impulsada y limitada -según se sabe- por causas que no pueden definirse como exclusivamente económicas en su naturaleza. Por ejemplo: la mayoría de los estados más importantes de la historia debieron su existencia a un proceso de conquista. Los pueblos conquistadores se constituyeron a sí mismos, de manera legal y económica,
como una clase privilegiada dentro del país conquistado. Se apropiaron del monopolio de las tierras y establecieron un clero salido de sus filas. Los sacerdotes, dueños del control de la educación, lograron que la división de clases sociales se convirtiera en una institución permanente y crearon un sistema de valores que en adelante delimitó la conducta social del pueblo de modo casi inconsciente.
Pero la tradición histórica, data por cierto de ayer; en ningún momento hemos superado en verdad lo que Thorstein Veblen llama a la "fase depredadora" del desarrollo humano. Los hechos económicos observados pertenecen a esa fase y las leyes que podamos deducir de ellos son inaplicables a otras fases. Puesto que el verdadero objetivo del socialismo es, en efecto, superar y avanzar más allá de la fase depredadora del desarrollo humano, la ciencia de la economía, en su estado actual, poco puede decir sobre la sociedad socialista del futuro.
En segundo término el socialismo se encamina hacia un fin social y ético. La ciencia, por su parte, no puede crear fines y menos aún inculcarlos en los seres humanos. En última instancia la ciencia aporta los medios por los cuales se puede acceder a ciertos fines. Mas los fines en sí mismos son concebidos por personalidades poseedoras de ideales éticos superiores y -como estos fines no son endebles sino vitales- son adoptados y servidos por la masa de seres humanos que de modo semiinconsciente determinan la lenta evolución de la sociedad. Debido a estas razones tendremos que guardarnos muy bien de conceder excesiva validez a la ciencia y a los métodos científicos cuando están en juego problemas humanos. Y no se ha de suponer que los expertos son los únicos que tienen derecho a expresar sus criterios sobre cuestiones que afectan a la organización de la comunidad.
No son pocas las voces que desde hace algún tiempo se levantan para expresar que la sociedad atraviesa una crisis, que su estabilidad está muy quebrantada. Una característica de esta situación es que los individuos se sienten indiferentes y aun hostiles ante el grupo al que pertenecen, por pequeño o grande que sea. Para ilustrar este concepto quiero recordar una experiencia personal. Hace algún tiempo discutía yo con un hombre inteligente y bien dispuesto sobre la amenaza de una nueva guerra, que en mi opinión pondría en serio peligro la existencia de la humanidad. Al respecto señalé que sólo una  organización supranacional podría ofrecer una protección adecuada ante el peligro. Luego de escucharme, mi visitante, con toda calma y frialdad me dijo: "¿Por qué se opone usted con tanto empeño ala desaparición de la humanidad?” Tengo la certeza de que hace un siglo nadie hubiera formulado con tal ligereza una pregunta así. En ella va implícito el juicio de un hombre que ha luchado en vano para lograr un equilibrio dentro de sí mismo y, sin duda, casi que ha perdido toda esperanza de  alcanzarlo.
Se trata de la expresión del duro aislamiento y soledad que acosan a mucha gente en estos tiempos. ¿Cuál es la causa? ¿Hay alguna vía de escape? Es fácil plantear estas preguntas, pero muy difícil responderlas con alguna exactitud. Sin embargo, en la medida de mis posibilidades debo tratar de hacerlo, si bien soy consciente de que nuestros sentimientos y nuestra lucha son a menudo contradictorios y oscuros y que los mismos no pueden ser expresados mediante fórmulas sencillas y admisibles.
Al mismo tiempo, el hombre es una criatura solitaria y social. Como ser solitario trata de proteger su propia existencia y la de aquellos que están muy cercanos a él; intenta satisfacer sus deseos personales y desarrollar sus habilidades innatas. Como ser social busca el reconocimiento y el afecto de sus congéneres, quiere compartir sus placeres, confortar a los demás en sus  penurias y mejorar las condiciones de vida de los otros. Sólo la presencia de estos esfuerzos diversos, y a menudo contradictorios, da cuenta del carácter especial de un hombre, y la forma concreta de esos intentos determina el punto hasta el cual un individuo puede obtener su equilibrio interior y la medida en que será capaz de contribuir al bienestar de la comunidad. Es posible que la fuerza relativa de esos dos impulsos esté, en lo primordial, fijada por la herencia. Pero la personalidad que, en síntesis, ha de imponerse está formada, en su mayor parte, por el contorno en el que el hombre se ha encontrado en el momento de su desarrollo, por las estructuras de la sociedad en la que se desenvuelve, por las tradiciones de esa sociedad y por la valoración de tipos particulares de conducta. Para el ser humano individual, el concepto abstracto de "sociedad" significa la suma total de sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos y con los integrantes de las generaciones anteriores. El individuo se halla en condiciones de pensar, sentir, luchar y trabajar por sí mismo; sin embargo, en su existencia física, intelectual y emocional depende tanto de la sociedad que resulta imposible pensar en él o comprenderlo fuera del marco de aquélla. La "sociedad" proporciona al hombre su comida, su vestido, un hogar, las herramientas de trabajo, el lenguaje, las formas de pensamiento y la mayor parte de los contenidos del pensamiento; la vida del hombre se realiza a través del trabajo y de los progresos de muchos millones de personas del pasado y del presente, ocultas tras la simple palabra "sociedad".
Entonces resulta claro que la dependencia del individuo frente a la sociedad es un hecho de la naturaleza que no puede ser aniquilado tal como en el caso de las hormigas y las abejas. Pero en tanto que todo el proceso vital de las hormigas y de las abejas se halla determinado hasta en sus menores detalles por rígidos instintos hereditarios, la estructura social y las interrelaciones de los seres humanos son muy variables y expuestas al cambio. La memoria, la capacidad de efectuar nuevas combinaciones, el poder de la comunicación oral han abierto entre los hombres, la posibilidad de ciertos desarrollos que no están dictados por las necesidades biológicas. Estos procesos se manifiestan a través de las tradiciones, las instituciones y las organizaciones, en la literatura, en la ciencia y en los éxitos de la ingeniería, en las obras de arte. Así se explica que, en cierto sentido, el hombre sea capaz de influir en su vida mediante su propia conducta y que desempeñen un papel importante en este desarrollo el pensamiento y el deseo conscientes.
En el instante de nacer, el hombre adquiere, a través de la herencia, una constitución biológica que podemos considerar fija e inalterable, en la que se incluyen los impulsos naturales que son característicos de la especie humana. Además, en el transcurso de su vida el hombre erige una constitución cultural que extrae de la sociedad mediante la comunicación y diversos otros tipos de influencia. En el correr del tiempo esta constitución cultural queda sujeta al cambio y determina, en amplia medida, la relación entre individuo y sociedad. Con la ayuda de la investigación comparativa de las llamadas culturas primitivas, la antropología moderna nos enseña que la conducta social de los seres humanos puede diferenciarse profundamente, según los esquemas culturales y los tipos de organización que predominen en la sociedad.
En esto han fijado sus esperanzas quienes luchan para mejorar el destino del hombre: los seres humanos no están condenados por su constitución biológica a aniquilarse entre sí ni ser presa de un hado cruel constituído por ellos mismos.
Si nos interrogamos cómo es posible cambiar la estructura de la sociedad y la actitud cultural del hombre de modo que la vida humana resulte altamente satisfactoria, tendremos que advertir en todo momento que existen ciertas condiciones que no podemos transformar. Según hemos visto, la naturaleza biológica del hombre, en sentido práctico no está sujeta a cambio. Por otra parte los desarrollos tecnológicos y demográficos de los últimos siglos han creado condiciones que han de perdurar. En núcleos de población bastante densos, en los cuales los bienes de consumo son indispensables para una existencia continuada,
resulta por completo necesaria una total división del trabajo y un aparato productivo centralizado al extremo. Si bien al mirar hacia atrás parece tan idílico, ha desaparecido para siempre el tiempo en el que los individuos o unos grupos pequeños podían aspirar al autoabastecimiento.
Apenas se exagera si se dice que la humanidad constituye hoy una comunidad planetaria de producción y consumo.
En este lugar de mi exposición debo señalar, de manera breve, lo que para mí constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo. La cuestión reside en la relación entre el individuo y la sociedad. El individuo ha tomado conciencia, ahora más que nunca de su situación de dependencia ante la sociedad. Mas no considera que esa dependencia sea un hecho positivo, un nexo orgánico, una fuerza protectora, sino que la advierte como una amenaza a sus derechos naturales y a su existencia económica. Por otra parte, su posición dentro de la comunidad permite que sus impulsos egoístas se acentúen de modo constante, en tanto que sus impulsos sociales -que por naturaleza son más débilesse deterioren progresivamente. Sea la que fuere su posición en la sociedad, todos los seres humanos sufren este proceso de deterioro. Prisioneros de su propio egoísmo sin saberlo, se sienten inseguros, solitarios y despojados del goce ingenuo, simple y directo de la vida.
El hombre tiene que encontrar el sendero de la vida -por estrecho y peligroso que sea- sólo a través de la entrega de sí mismo a la sociedad. La anarquía económica de la sociedad capitalista, según existe hoy, es, en mi opinión, la verdadera fuente de todos los males. Observamos cómo se levanta ante nosotros una inmensa comunidad de productores, cuyos miembros luchan sin cesar para despojarse unos a otros de los frutos del trabajo colectivo, no ya mediante la fuerza, sino con el
apoyo total de normas legalmente establecidas. En este plano es indispensable comprender que los medios de producción, es decir, toda la capacidad productiva que se necesita para producir tanto bienes de consumo como bienes de inversión, pueden ser, en forma legal -y de hecho en su mayoría lo son- propiedad privada de ciertos individuos. En razón de la simplicidad, en la exposición que sigue emplearé el vocablo "trabajador" para designar a quienes no comparten la propiedad de los medios de producción, aunque ello no corresponda al uso habitual del término. El propietario de los medios de producción está en condiciones de comprar la capacidad laboral del trabajador. A través del uso de los medios de producción el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista. El punto esencial de este proceso es la relación existente entre lo que el trabajador produce y lo que recibe como paga, ambos elementos medidos en términos de su valor real. Puesto que el contrato laboral es "libre", lo que el trabajador recibe está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades mínimas y por la cantidad de mano de obra solicitada por el sistema en relación con el número de trabajadores que compiten por un empleo. Es importante comprender que, aun en teoría, la paga del trabajador no está determinada por el valor real de su producto.
El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte a causa de la competencia entre los capitalistas y en parte debido al desarrollo tecnológico y a la creciente división de la clase obrera, hechos que determinan la formación de unidades mayores de producción, en detrimento de las unidades menores. El resultado es una oligarquía del capital privado, cuyo enorme poder no puede ser controlado con eficacia ni siquiera por una sociedad política organizada de acuerdo con los principios  democráticos. Sucede así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, que reciben fuertes influencias y sustanciosa financiación de los capitales privados que en la práctica separan al electorado de la legislatura. Resulta entonces que los representantes del pueblo no protegen con justicia y en la medida necesaria los intereses de los sectores menos privilegiados de la población. En las circunstancias actuales, además, los capitales privados controlan, de manera directa o indirecta, las principales fuentes de información (prensa, radio, educación). Resulta entonces difícil y en la mayoría de los casos casi imposible, que el ciudadano llegue a conclusiones objetivas y pueda realizar un uso
inteligente de sus derechos políticos.
La situación predominante en una economía basada en la propiedad privada del capital se caracteriza por dos principios fundamentales: primero, los medios de producción -el capital- son propiedad privada y sus propietarios disponen de ellos según lo crean conveniente; segundo, el contrato laboral es libre. Por supuesto que no existe una sociedad capitalista pura, en este sentido. En particular observemos que los trabajadores, a través de largas y duras luchas políticas han  conseguido ciertas ventajas en el "contrato laboral libre" para ciertas categorías de trabajadores. Pero estimada en su conjunto la economía del presente no se distingue que mucho del capitalismo "puro".


El fin de la producción es el beneficio, no su consumo. No se tiene en cuenta que a todos aquellos que sean capaces de trabajar y quieran hacerlo se les ofrezca la posibilidad de conseguir un empleo; siempre existe, por lo general, un "ejército de parados". El trabajador se ve acosado por el temor constante de perder su puesto. Debido a que los trabajadores sin trabajo y mal pagados no proporcionan un mercado lucrativo, la producción de bienes de consumo se reduce con sus graves consecuencias. A menudo el progreso tecnológico desencadena una mayor cantidad de parados, en vez de aliviar la carga para todos.
El interés por el lucro, junto con la competencia entre los capitalistas, es responsable de la inestabilidad del ritmo de acumulación y utilización del capital, que conduce a severas y crecientes depresiones. La competencia ilimitada provoca el derroche de trabajo y la amputación de la conciencia social de los individuos, fenómeno del que ya he hablado antes. Pienso que el peor daño que ocasiona el capitalismo es el desmedro del hombre. Todo nuestro sistema educativo se ve perjudicado por esta mácula. Se inculca en los estudiantes una actitud competitiva exagerada; se los adiestra en el culto del éxito adquisitivo como preparación para su futura carrera. Tengo la convicción de que existe un único camino para eliminar estos graves males, que pasa por la adopción de una economía socialista, acompañada por un sistema educativo que esté orientado hacia objetivos sociales. En ese sistema económico, los medios de producción serán propiedad del grupo social y se utilizarán según un plan.
Una economía planificada que regule la producción de acuerdo con las necesidades de la comunidad, distribuirá el trabajo que deba realizarse entre todos aquellos capaces de ejecutarlo y garantizará la subsistencia a todo ser humano. La educación de los individuos, además de promover sus propias habilidades innatas, tratará de desarrollar en ellos un sentido de responsabilidad ante su prójimo, en vez de exaltar el valor del poder y del éxito, como ocurre en la sociedad actual.
Por supuesto hay que subrayar que una economía planificada no es todavía el socialismo. La economía planificada podría hallarse unida a la esclavización completa de la persona. La realización del socialismo exige resolver problemas sociopolíticos de gran dificultad. En efecto, si consideramos la centralización fundamental del poder político y económico, ¿cómo se logrará impedir que la burocracia se convierta en una entidad omnipotente y arrogante? ¿Cómo es posible proteger los derechos del individuo para asegurar así un contrapeso democrático que equilibre el poder de la burocracia?

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